TALLER 3. LA VIDA COTIDIANA EN LA EDAD MEDIA: NOBLES, CLÉRIGOS Y
CAMPESINOS.
3.1. LA
VIDA EN EL CASTILLO.
- Muralla: todo el recinto va
cercado de una alta y gruesa muralla con un camino que la recorre en su parte
superior. De trecho en trecho, se intercalan en la muralla cubos o torreones
que permiten diversificar los ángulos de tiro y defenderse. Suelen
estar rematados por almenas para la protección de los defensores. Al pie de la
muralla y rodeándola por el exterior se abre a veces un foso para
impedir la aproximación del enemigo; se salva con puentes levadizos. Puede
haber más de un anillo defensivo amurallado.
- Torre del homenaje: es la torre
principal de dos o tres pisos y que sirve de residencia del señor y cumple con
las funciones más destacadas del castillo, albergando las estancias principales
y, en ocasiones, los almacenes de víveres. Se encuentra en la posición más defensiva
en relación con un posible ataque exterior, de forma que si sucumbiese el resto
de las defensas, esta torre proporcionase un último refugio.
- Torre
barbacana: es
una obra de fortificación situada frente a las murallas y protegiendo una
puerta de acceso. Podían contar con portales propios fortificados de paso
obligatorio para acceder a la puerta principal, rastrillo
o peine suele ser una pesada reja, rematada abajo en puntas que
formaba parte de las fortificaciones de la puerta, junto al puente levadizo y
la barbacana.
- Almenas: tenían como función
proteger a los defensores. Algunas tenían orificios, como troneras (para las
armas de fuego) o saeteras (para lanzar armas arrojadizas).
- Camino de ronda: donde se
parapetaban los defensores.
- Patio
de armas: espacio
central en torno al patio donde se distribuyen determinadas estancias, como la
capilla (cuando la hay), la sala de recepciones, las naves para acuartelamiento
de la tropa, etc. la entrada al castillo se produce a través del patio de
armas; desde él se accede al resto de las dependencias.
- Existían otras
dependencias en el castillo como graneros, herrería, viviendas
para los servidores, horno, etc.
Vida cotidiana en el castillo medieval.
Un castillo era un
pueblo. Además del señor y su familia, los criados y los soldados, había un
grupo de artesanos que se ocupaba del mantenimiento de las murallas y las
armas. La comida se obtenía en las aldeas de los alrededores o en los huertos
y corrales del castillo.
La vida era monótona y
con pocas comodidades: la comida era muy precaria, especialmente cuando el
castillo estaba siendo asediado. Las camas que eran de la nobleza eran un
simple armazón de madera con paja.
En tiempos de paz, los
caballeros se entrenaban combatiendo en torneos y se entretenían cazando,
criando halcones y celebrando banquetes.
La cocina solía estar en un edificio aislado (en los patios del
castillo) para no provocar incendios.
Los nobles pudientes y los mercaderes acaudalados podían permitirse una gran
variedad de comida, incluyendo los frutos secos, las almendras y las especias
asiáticas, productos muy caros
Las ventanas eran
pequeñas y sin vidrios, las que se tapaban con cortinas.
En la torre del homenaje, donde están los aposentos, no había dormitorios
individuales, por ende, el señor feudal compartía su dormitorio con sus siervos
y perros.
Las mujeres normalmente
permanecían en el castillo organizando tareas domésticas, cuidando de los hijos
o cosiendo y bordando. Algunas, más refinadas, se entretenían con la lectura o
con la música.
3.2. LA
VIDA EN UN MONASTERIO.
Los monjes se levantaban
muy temprano, antes de amanecer y, se preparaban para la primera oración del
día, las Vigilias. Se leían y cantaban ciertas partes de la Biblia y otros
cantos, escritos en latín, la lengua oficial de la Iglesia. Estos son los
famosos cantos gregorianos que
aún se siguen realizando en algunos monasterios, como el de Silos, en Burgos.
Tras ello los monjes se
aseaban en las letrinas que tenían muchos monasterios (con agua del
río cercano) y se volvía a la iglesia, pues apenas una hora después de
Vígilias, empezaban los Laudes (una nueva oración).
Comenzaba entonces
realmente el día, con una hora y media para el trabajo, volviéndose a rezar
hora y media después.
Hasta la una de la tarde,
los monjes se ocupaban entonces del propio huerto (que servía para su
autoconsumo) o se encerraban en el scriptorium o biblioteca, lleno de
atriles.
En esta habitación se
copiaban libros prestados por otros monasterios. Se hacía sobre pergamino (piel
de cordero), utilizando distintos colores de tinta en las que se mojaban plumas
de ave. El trabajo era minucioso y lento, pues no debían equivocarse y se
copiaban también (o se creaban otros nuevos) los dibujos
oiluminaciones que correspondían al texto. Todavía conservamos muchos de
estos libros, aunque su exposición es complicada, pues deben ser iluminados con
luz tenue para que no se vayan estropeando los colores.
Los monjes volvían a
reunirse para rezar junto en la hora Sexta (en torno a la 13.20),
tras la cual iban a comer.
La comida también era
común, en una habitación llamada refectorio.
En ella se colocaban largas mesas en donde los monjes lo hacían en completo
silencio, pues uno de ellos (por turno) leía desde el púlpito la Regla o la
Biblia.
El menú era bastante
monótono, aunque sano. Normalmente se comían verduras y hortalizas cocidas en
una gran olla y aderezadas con un trozo de tocino o manteca. Se les daba
también a los monjes un trozo de pan y un cuartillo de vino. La carne se
reservaba para los domingos y celebraciones especiales, al igual que el pescado
(algunos monasterios llegaron a tener sus propias albercas en donde se criaban
peces).
Evidentemente los monjes
no se echaban la siesta, sino que volvían de nuevo a rezar conjuntamente en
la hora Nona (sobre las tres), para después seguir con su trabajo
encomendado.
Antes de la nueva oración
se reunía toda la comunidad en la llamada Sala Capitular, leyéndose en
ella un capítulo de la Regla de San Benito. En esta reunión el abad (aquel que
gobernaba el monasterio) informaba sobre cuestiones cotidianas, se hacían
confesiones públicas de los pecados y se castigaba a los monjes que hubieses
cometido alguna falta (faltar a algún rezo, hablar durante la comida, discutir
con un hermano…)
Tras un rato de
tiempo libre en el que los monjes podían charlar, pasear por el claustro,
rezar particularmente…, de nuevo a la iglesia para oficiar las
Vísperas (19 h), cenar (20 h) y, antes de dormir, volver al rezo
en la ceremonia llamada Completas, en la que se pedía protección a Dios
ante los peligros de la noche.
Los monjes se retiraban
entonces al dormitorio, que tanto en Cluny como Císter era común (sólo el
abad tenía su dormitorio y despacho propio) en donde las camas estaban
colocadas en largas filas. Si existían dos pisos, este dormitorio se colocaba
sobre la cocina (y en el lado sur del claustro) para combatir el frío.
3.3. LA
VIDA EN UNA CASA CAMPESINA.
Con arreglo a las leyes
medievales, un campesino no era dueño de sí mismo. Todo, incluida la tierra que
trabajaba, sus animales, su casa, y hasta su comida, pertenecía al señor del
feudo.
Conocidos como siervos de la gleba, los campesinos
estaban obligados a trabajar para su señor, que les concedía a cambio una
parcela de tierra para cultivo propio.
Su vida estaba llena de
penalidades. Muchos se afanaban para producir alimentos suficientes para sus
familias y para cumplir con su señor. Les estaba prohibido marcharse del feudo
sin permiso, y para un campesino, la única manera de obtener la libertad era
ahorrar el dinero necesario para comprar un lote de tierras, o casándose con
una persona libre.Así pues estaban ligados a la tierra.
En la Europa medieval, más
del 90% de la población vivía del campo y trabajaba la tierra. La labranza y
cría del ganado era un trabajo que absorbía toda la jornada, porque los métodos
eran anticuados y no muy eficaces.
Cavaban y cosechaban sus
parcelas propias, pero también ayudaban en los grandes cultivos: para arar
campos y segar y recoger el heno. Una cosecha mala era una amenaza de hambre
para toda la aldea.
El
hogar medieval.
Las casas medievales eran
muy diferentes de las actuales. Los campesinos pasaban la mayor parte del día
fuera, por lo que las corrientes de aire y la escasa luz de las ventanas sin
cristales no les molestaban. Para alumbrarse, pelaban un junco y lo mojaban en
manteca, y eso ardía como una vela. Todo se mantenía lo más limpio posible: los
suelos de tierra se solían desgastar a fuerza de barrerlos.
La vida doméstica era
mucho más en común que la actual, ya que las familias enteras comían, dormían y
pasaban su tiempo libre juntas en su hogar de uno o dos cuartos.
La
comida.
La comida de la gente en
la Edad Media variaba, como siempre, con arreglo a sus medios. Aunque cierto
poeta creía que los pobres se alimentaban de "ortigas, juncos, zarzamoras
y vainas de guisantes", su dieta era por lo general algo mejor.
La gente del común comía
un pan moreno y tosco hecho de trigo con centeno o avena, verduras de huerta, y
carne, en especial de cerdo, de sus existencias caseras. En invierno, se
surtían de la carne y pescado que habían conservado con sal, y las cocineras
inventaban medios adecuados para disfrazar el gusto añadiendo al guiso harina
de avena, guisantes, alubias o cortezas de pan. Las vacas, ovejas y cabras
suministraban la leche necesaria para elaborar los alimentos lácteos, llamados
"platos blancos".